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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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05-04-2016

 

 

¿A dónde va Cuba?

 

 

 

 

SURda

Cuba

Opinión

Guillermo Almeyra

Durante años Estados Unidos intentó acabar con la revolución cubana utilizando guerrillas, la invasión de mercenarios, un bloqueo que costó a la isla alianzas innecesarias, sufrimientos, escasez y más de 100 mil millones de dólares. La resistencia del pueblo cubano le impuso un cambio de método y Barack Obama tuvo que dejar de lado el bloqueo para ver si un ejército de turistas y una invasión de dólares logra lo que durante 60 años no pudieron ni él ni sus antecesores. La gira de Obama marca pues una victoria del pueblo cubano y una derrota imperialista y, al mismo tiempo, prueba que éste, aunque ha cambiado de métodos, mantiene intactos sus objetivos contrarrevolucionarios.

Obama no fue a Cuba como una persona sensata que ha comprendido un error, sino como un enemigo que cambia de táctica. Fidel Castro se lo recuerda a quienes –en el gobierno y en la burocracia de Cuba– creen llegado el momento para la transformación de dicha burocracia en una clase capitalista, poseedora de los medios de producción y empleadora de trabajo asalariado, como hicieron desde Leonid Brezhnev sus iguales soviéticos y desde Deng Xiaoping los burócratas chinos.

Cuba tiene otra historia que Rusia o China. La burguesía cubana emigró casi toda en 1959 y los sectores privilegiados que la remplazaron son escasos, débiles, usufructuarios de un poder que no tienen y, además, fueron combatidos durante años encarcelando a los corruptos. La burocracia cubana tiene valores burgueses, métodos, comportamientos y privilegios de clase, pero no es ni clase ni es aún burguesa.

La revolución antibatistiana fue por otra parte una revolución democrática y antimperialista y Fidel la bautizó socialista apenas dos años después, como respuesta al bloqueo yanqui y para acercarse a la entonces Unión Soviética, a fin de obtener tecnología y ayuda. Detrás de la revolución cubana está su historia libertaria, y están José Martí y Antonio Guiteras, mucho más que Carlos Marx.

Fidel hizo su vida política como nacionalista radical y combatiendo a los estalinistas cubanos, que estaban aliados con Fulgencio Batista. Es cierto que Raúl Castro viene del Partido Socialista Popular (PSP), el viejo partido comunista, pero ni Fidel ni los cuadros del 26 de julio, ni la mayoría del pueblo cubano, jamás fueron estalinistas. Es más, una de las primeras medidas de Fidel fue desmantelar la microfracción de Aníbal Escalante, mediante la cual los estalinistas pretendían controlar el Partido Comunista cubano, nacido de la alianza entre varias tendencias revolucionarias.

Nadie olvida que Cuba fue invadida varias veces por Estados Unidos, que le impuso la enmienda Platt y mantiene ocupado Guantánamo. El motor de la resistencia cubana por eso fue y es el antimperialismo, no el vago socialismo tropical, que no es más que una serie de reivindicaciones reformistas socialdemócratas, nacionalistas y gradualistas. En Cuba no es viable ni siquiera la salida china o vietnamita (política de mercado libre unida al dominio de un partido único monolítico en un capitalismo de Estado).

La revolución cubana se produjo en 1957-59, y los más viejos conocieron las infamias del capitalismo y del racismo, mientras los más jóvenes, que en las ciudades lo idealizan, no quieren sin embargo que Cuba sea como Puerto Rico o Guatemala. En el mismo Partido Comunista cubano y en una parte de la intelectualidad, la revolución y la independencia, defendidas durante 60 años con retórica inflamada, son algo real que no puede ser abandonado, como en Europa oriental. Las fuerzas anticapitalistas en Cuba y en América Latina siguen siendo grandes, y el capitalismo sólo ofrece su crisis. El pueblo cubano no ha dicho aún su última palabra, y por eso Fidel se dirige a esas fuerzas en un lenguaje críptico, pero bastante claro.

Con la Unión Soviética se hundió la integración subordinada en un bloque dirigido por la burocracia estalinista, a la que el gobierno cubano presentó como socialista e idealizó hasta su inglorioso derrumbe. Después de ella, fracasó el neodesarrollismo dependiente de Venezuela. Jamás el gobierno llamó a las masas y les dio la oportunidad de fijar los objetivos y de controlar su aplicación.

Hoy, para defender la revolución, fracasados los intentos tecnocráticos (como el puerto para containers en Mariel, que se esperaba construir con la Odebrecht brasileña), sólo queda recurrir a la capacidad y la movilización del pueblo cubano. Es posible aplicar medidas que, sin ser anticapitalistas, favorezcan la defensa del nivel de vida de los trabajadores, que el capitalismo aniquilaría. O reforzar el monopolio estatal del comercio exterior, para controlar qué se importa, o mantener un rígido control de cambios para reducir despilfarros y corrupción. Es posible concentrar todos los esfuerzos para lograr la seguridad alimentaria en la lucha por la soberanía alimentaria; es posible seguir recurriendo a fondos imperialistas no gringos (europeos, canadienses, chinos), para modernizar el agro y aumentar su productividad. Sobre todo, es posible y necesario abrir una discusión pública, localidad por localidad, sobre la estrategia y los objetivos mediatos e inmediatos de la economía y las medidas urgentes a adoptar. La autarquía es imposible, pero la idea de la complementaridad entre las economías estadunidense y cubana es reaccionaria. También se refiere a esto Fidel cuando dice en su carta más reciente que los cubanos pueden salir de la crisis por sí mismos. Los acuerdos con otros países latinoamericanos pueden ayudarles.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2016/04/03/opinion/015a2pol

 

El hermano Obama

Fidel Castro Ruz

 

Los reyes de España nos trajeron a los conquistadores y dueños, cuyas huellas quedaron en los hatos circulares de tierra asignados a los buscadores de oro en las arenas de los ríos, una forma abusiva y bochornosa de explotación cuyos vestigios se pueden divisar desde el aire en muchos lugares del país.

El turismo hoy, en gran parte, consiste en mostrar las delicias de los paisajes y saborear las exquisiteces alimentarias de nuestros mares, y siempre que se comparta con el capital privado de las grandes corporaciones extranjeras, cuyas ganancias si no alcanzan los miles de millones de dólares per cápita no son dignas de atención alguna.

Ya que me vi obligado a mencionar el tema, debo añadir, principalmente para los jóvenes, que pocas personas se percatan de la importancia de tal condición en este momento singular de la historia humana. No diré que el tiempo se ha perdido, pero no vacilo en afirmar que no estamos suficientemente informados, ni ustedes ni nosotros, de los conocimientos y las conciencias que debiéramos tener para enfrentar las realidades que nos desafían. Lo primero a tomar en cuenta es que nuestras vidas son una fracción histórica de segundo, que hay que compartir además con las necesidades vitales de todo ser humano. Una de las características de este es la tendencia a la sobrevaloración de su papel, lo cual contrasta por otro lado con el número extraordinario de personas que encarnan los sueños más elevados.

Nadie, sin embargo, es bueno o es malo por sí mismo. Ninguno de nosotros está diseñado para el papel que debe asumir en la sociedad revolucionaria. En parte, los cubanos tuvimos el privilegio de contar con el ejemplo de José Martí. Me pregunto incluso si tenía que caer o no en Dos Ríos, cuando dijo “para mí es hora”, y cargó contra las fuerzas españolas atrincheradas en una sólida línea de fuego. No quería regresar a Estados Unidos y no había quién lo hiciera regresar. Alguien arrancó algunas hojas de su diario. ¿Quién cargó con esa pérfida culpa, que fue sin duda obra de algún intrigante inescrupuloso? Se conocen diferencias entre los Jefes, pero jamás indisciplinas. “Quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha”, declaró el glorioso líder negro Antonio Maceo. Se reconoce igualmente en Máximo Gómez, el jefe militar más disciplinado y discreto de nuestra historia.

Mirándolo desde otro ángulo, cómo no admirarse de la indignación de Bonifacio Byrne cuando, desde la distante embarcación que lo traía de regreso a Cuba, al divisar otra bandera junto a la de la estrella solitaria, declaró: “Mi bandera es aquella que no ha sido jamás mercenaria…”, para añadir de inmediato una de las más bellas frases que escuché nunca: “Si deshecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera algún día… ¡nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía!…”. Tampoco olvidaré las encendidas palabras de Camilo Cienfuegos aquella noche, cuando a varias decenas de metros bazucas y ametralladoras de origen norteamericano, en manos contrarrevolucionarias, apuntaban hacia la terraza donde estábamos parados. Obama había nacido en agosto de 1961, como él mismo explicó. Más de medio siglo transcurriría desde aquel momento.

Veamos sin embargo cómo piensa hoy nuestro ilustre visitante:

“Vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de la guerra fría en las Américas. Vine aquí extendiendo la mano de amistad al pueblo cubano”.

De inmediato un diluvio de conceptos, enteramente novedosos para la mayoría de nosotros:

“Ambos vivimos en un nuevo mundo colonizado por europeos”. Prosiguió el Presidente norteamericano. “Cuba, al igual que Estados Unidos, fue constituida por esclavos traídos de África; al igual que Estados Unidos, el pueblo cubano tiene herencias en esclavos y esclavistas”.

Las poblaciones nativas no existen para nada en la mente de Obama. Tampoco dice que la discriminación racial fue barrida por la Revolución; que el retiro y el salario de todos los cubanos fueron decretados por esta antes de que el señor Barack Obama cumpliera 10 años. La odiosa costumbre burguesa y racista de contratar esbirros para que los ciudadanos negros fuesen expulsados de centros de recreación fue barrida por la Revolución Cubana. Esta pasaría a la historia por la batalla que libró en Angola contra el apartheid, poniendo fin a la presencia de armas nucleares en un continente de más de mil millones de habitantes. No era ese el objetivo de nuestra solidaridad, sino ayudar a los pueblos de Angola, Mozambique, Guinea Bissau y otros del dominio colonial fascista de Portugal.

En 1961, apenas dos años y tres meses después del Triunfo de la Revolución, una fuerza mercenaria con cañones e infantería blindada, equipada con aviones, fue entrenada y acompañada por buques de guerra y portaviones de Estados Unidos, atacando por sorpresa a nuestro país. Nada podrá justificar aquel alevoso ataque que costó a nuestro país cientos de bajas entre muertos y heridos. De la brigada de asalto proyanki, en ninguna parte consta que se hubiese podido evacuar un solo mercenario. Aviones yankis de combate fueron presentados ante Naciones Unidas como equipos cubanos sublevados.

Es de sobra conocida la experiencia militar y el poderío de ese país. En África creyeron igualmente que la Cuba revolucionaria sería puesta fácilmente fuera de combate. El ataque por el Sur de Angola por parte de las brigadas motorizadas de Sudáfrica racista los lleva hasta las proximidades de Luanda, la capital de este país. Ahí se inicia una lucha que se prolongó no menos de 15 años. No hablaría siquiera de esto, a menos que tuviera el deber elemental de responder al discurso de Obama en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

No intentaré tampoco dar detalles, solo enfatizar que allí se escribió una página honrosa de la lucha por la liberación del ser humano. De cierta forma yo deseaba que la conducta de Obama fuese correcta. Su origen humilde y su inteligencia natural eran evidentes. Mandela estaba preso de por vida y se había convertido en un gigante de la lucha por la dignidad humana. Un día llegó a mis manos una copia del libro en que se narra parte de la vida de Mandela y ¡oh, sorpresa!: estaba prologado por Barack Obama. Lo ojeé rápidamente. Era increíble el tamaño de la minúscula letra de Mandela precisando datos. Vale la pena haber conocido hombres como aquel.

Sobre el episodio de Sudáfrica debo señalar otra experiencia. Yo estaba realmente interesado en conocer más detalles sobre la forma en que los sudafricanos habían adquirido las armas nucleares. Solo tenía la información muy precisa de que no pasaban de 10 o 12 bombas. Una fuente segura sería el profesor e investigador Piero Gleijeses, quien había redactado el texto de “Misiones en conflicto: La Habana, Washington y África 1959-1976”; un trabajo excelente. Yo sabía que él era la fuente más segura de lo ocurrido y así se lo comuniqué; me respondió que él no había hablado más del asunto, porque en el texto había respondido a las preguntas del compañero Jorge Risquet, quien había sido embajador o colaborador cubano en Angola, muy amigo suyo. Localicé a Risquet; ya en otras importantes ocupaciones estaba terminando un curso del que le faltaban varias semanas. Esa tarea coincidió con un viaje bastante reciente de Piero a nuestro país; le había advertido a este que Risquet tenía ya algunos años y su salud no era óptima. A los pocos días ocurrió lo que yo temía. Risquet empeoró y falleció. Cuando Piero llegó no había nada que hacer excepto promesas, pero ya yo había logrado información sobre lo que se relacionaba con esa arma y la ayuda que Sudáfrica racista había recibido de Reagan e Israel.

No sé qué tendrá que decir ahora Obama sobre esta historia. Ignoro qué sabía o no, aunque es muy dudoso que no supiera absolutamente nada. Mi modesta sugerencia es que reflexione y no trate ahora de elaborar teorías sobre la política cubana.

Hay una cuestión importante:

Obama pronunció un discurso en el que utiliza las palabras más almibaradas para expresar: “Es hora ya de olvidarnos del pasado, dejemos el pasado, miremos el futuro, mirémoslo juntos, un futuro de esperanza. Y no va a ser fácil, va a haber retos, y a esos vamos a darle tiempo; pero mi estadía aquí me da más esperanzas de lo que podemos hacer juntos como amigos, como familia, como vecinos, juntos”.

Se supone que cada uno de nosotros corría el riesgo de un infarto al escuchar estas palabras del Presidente de Estados Unidos. Tras un bloqueo despiadado que ha durado ya casi 60 años, ¿y los que han muerto en los ataques mercenarios a barcos y puertos cubanos, un avión de línea repleto de pasajeros hecho estallar en pleno vuelo, invasiones mercenarias, múltiples actos de violencia y de fuerza?

Nadie se haga la ilusión de que el pueblo de este noble y abnegado país renunciará a la gloria y los derechos, y a la riqueza espiritual que ha ganado con el desarrollo de la educación, la ciencia y la cultura.

Advierto además que somos capaces de producir los alimentos y las riquezas materiales que necesitamos con el esfuerzo y la inteligencia de nuestro pueblo. No necesitamos que el imperio nos regale nada. Nuestros esfuerzos serán legales y pacíficos, porque es nuestro compromiso con la paz y la fraternidad de todos los seres humanos que vivimos en este planeta.

Fuente: http://www.alainet.org/es/articulo/176322

 


 
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